Caminar se volvió una hazaña. El ejercicio la agotaba. El bastón la ayudó durante años pero llegó un momento que ya no le servía de nada. Iba mucho más encorbada y la persona que la llevaba tenía que abrazarla por delante cogiéndola de los dos brazos, cargando todo su peso y caminando hacía atrás. 4/11/2010, Barcelona. © Patricia Bobillo Rodríguez
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